Otra versión de este famoso cuento. Este pone "anónimo" y sigue la misma línea argumentativa del de Beaumont, sin embargo aquí nos presentan a una bestia menos amable que poco a poco se va ablandando. Esta representación del personaje se me parece más al que adoptó Disney para su bestia.
***
Érase una vez un mercader que,
antes de partir para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para
preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera
pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que
se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una
rosa cortada con tus manos". El mercader partió y, una vez ultimados sus
asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido.
El viento soplaba gélido y su
caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de
improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a
ella, se dio cuenta de que estaba llegando a un castillo iluminado.
"Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí,
esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta
estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró
decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con
dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader,
tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que
tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado,
subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo larguísimo, asomaban
salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones
chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al
descanso.
Era tarde y el mercader se dejó
tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por
la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata
con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, después de asearse
un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado.
Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza
ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que
había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención.
Se acordó entonces de la promesa
hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa. Inesperadamente, de entre la
espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un
bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible lo amenazó:
-¡Desagradecido! Te he dado
hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de
agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de
consideración!
El mercader, aterrorizado, se
arrodilló temblando ante la fiera:
-¡Perdóname!¡Perdóname la vida!
Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí
llevársela de mi viaje!
La bestia retiró su garra del
desventurado.
-Te dejaré marchar con la
condición de que me traigas a tu hija.
El mercader, asustado, prometió
obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a su casa llorando, fue
recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica
aventura, Bella lo tranquilizó diciendo:
-Padre mío, haré cualquier cosa
por ti. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida!
¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!
El padre abrazó a su hija:
-Nunca he dudado de tu amor por
mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que
después...
De esta manera, Bella llegó al
castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con
ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia,
poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía
menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la
muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada
cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de
cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió
sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación. Los días pasaban y
sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a
Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué
responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo,
no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la
vida de su padre.
-¡No puedo aceptar! -empezó a
decirle la muchacha con voz temblorosa-, si tanto lo deseas...
-Entiendo, entiendo. No te
guardaré rencor por tu negativa.
La vida siguió como de costumbre
y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le
regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder.
Mirándolo, Bella podía ver a lo
lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo:
-De esta manera tu soledad no
será tan penosa.
Bella se pasaba horas mirando a
sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la
encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico.
-¿Qué sucede? -quiso saber el
monstruo.
-¡Mi padre está muy enfermo,
quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!
-¡Imposible! ¡Nunca dejarás este
castillo! -gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz
grave le dijo a Bella:
-Si me prometes que a los siete
días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre.
-¡Qué bueno eres conmigo! Has
devuelto la felicidad a una hija devota -le agradeció Bella, feliz.
El padre, que estaba enfermo más
que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su
lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue
recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de
la cama curado.
Bella era feliz y se olvidó por
completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se
despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia
muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola:
-¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!
Fuese por mantener la promesa que
había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el
monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente.
-¡Corre, corre caballito! -decía
mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo.
Al llegar al castillo subió la
escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó
al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia
estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella
se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo:
-¡No te mueras! ¡No te mueras!
¡Me casaré contigo!
Tras esas palabras, aconteció un
prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un
hermoso joven.
-¡Cuánto he esperado este
momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una
joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi
apariencia normal.
Se celebró la boda y el joven
príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo
rosas en el jardín. He aquí por qué todavía hoy aquel castillo se llama
"El Castillo de la Rosa".
Hola Claudia, me he pasado por tu blog y como he disfrutado de estos cuentos cortos y este en especial porque mi ñaña adora a la Bella y la Bestia ! Bueno quiero felicitarte porque te he nominado como una de mis elegidas para ganar un Liebster Award !!! Felicidades !
ResponderEliminarPásate por mi blog http://www.caritotorresintriago.blogspot.com/ y revisa el post que habla del premio para que puedas completar las reglas y hacerte acreedora a el logo :)
Un abrazo y felicidades de nuevo !
Gracias por tu visita ¡Qué chevere! Muchas gracias por esa nominación *O*. Estoy muy feliz. Me alegro que disfruten los cuentos tanto como yo y "la Bella y la Bestia" también es de mis favoritos :)
Eliminar