Cuento: Super rana salva Tokio

Haruki Murakami
Simplemente amo este cuento, creo que todos en el planeta tierra deberían leer. Aquí se los comparto. 

***

Katagiri encontró una rana gigante esperándolo en su departamento. Era de contextura maciza, apoyando su más de metro ochenta de alto sobre sus ancas. Katagiri, pequeño, delgado y de no más de un metro sesenta, se encontró abrumado por la imponente corpulencia de la rana.

"Llámeme 'Rana'," dijo la rana, con voz fuerte y clara.
Katagiri permaneció plantado en el sitio junto a la puerta, sin poder hablar.


"No tema. No estoy aquí para lastimarlo. Solo entre y cierre la puerta por favor."
Con el maletín en su mano derecha y la bolsa de abarrotes con verduras frescas y salmón en conservas fija en su brazo izquierdo, Katagiri no atinaba a moverse.


"Por favor Sr. Katagiri, apresúrese y cierre la puerta, y sáquese los zapatos."

El sonido de su propio nombre ayudó a Katagiri a salir del aturdimiento. Cerró la puerta tal y como se le ordenó, dejó la bolsa de abarrotes sobre el piso cubierto de madera, sujetó el maletín bajo el brazo y se desató los zapatos. Rana hizo un gesto, indicándole tomar asiento junto a la mesa de la cocina, cosa que él hizo.

"Debo disculparme, Sr Katagiri, por haberme escabullido aquí mientras usted estaba fuera," dijo Rana. "Sabía que sería una gran sorpresa encontrarme aquí, pero no tuve opción. ¿Que tal una taza de té? Pensé que regresaría pronto, así que puse a hervir un poco de agua."

Katagiri aún tenía el maletín apretado bajo el brazo. Alguien me está jugando una broma, pensó. Alguien está escondido dentro de este enorme disfraz de rana solo para burlarse de mí. Pero él sabía, mientras observaba a Rana verter el agua hervida en la tetera, tarareando mientras tanto, que esos tenían que ser los miembros y movimientos de una verdadera rana. Rana colocó una taza de té en frente de Katagiri y sirvió otra para ella.

Sorbiendo su té, la rana preguntó, "¿más calmados?"
Pero Katagiri seguía sin poder hablar.
"Sé que debí haber solicitado una cita para verlo, Sr Katagiri. Estoy completamente al tanto de las formas. Cualquiera se sorprendería de encontrar una enorme rana esperándolo en casa. Pero es un asunto urgente el que me trae aquí. Perdóneme por favor."

"¿Asunto urgente?" Katagiri logró enunciar palabras al fin.

"Si, de hecho," dijo Rana. "¿Por qué otro motivo me tomaría la libertad de escabullirme en la casa de alguien? tamaña descortesía no es mi estilo habitual."

"¿Tiene este 'asunto' algo que ver conmigo?"

"Sí y no." dijo Rana con una inclinación de cabeza. "No y sí."

Tengo que controlarme, pensó Katagiri. "¿Le molesta si fumo?"

"Para nada, para nada," dijo Rana con una sonrisa. "Esta es su casa. No tiene que pedirme permiso. Fume y beba tanto como guste. Yo no soy fumador, pero difícilmente puedo imponer mi disgusto por el tabaco a los demás en sus propias casas."

Katagiri sacó una cajetilla de cigarros del bolsillo de su abrigo y encendió un cerillo. Pudo ver su mano temblar mientras lo encendía. Frente a él, Rana parecía estar estudiando cada movimiento suyo.

"¿No estará conectado con algún tipo de pandilla, por casualidad?" Katagiri encontró el coraje para preguntar.

"¡Ja ja ja ja ja ja! ¡Qué maravilloso sentido del humor tiene usted, Sr. Katagiri!" dijo Rana, dándose una palmada en el muslo con la mano palmeada. "Puede que haya escasez de mano de obra, pero ¿qué pandilla va a contratar a una rana para hacer su trabajo sucio? serían el hazmerreír de todos."

"Bien, porque si está aquí para renegociar un pago, está perdiendo su tiempo. No tengo autoridad para tomar esas decisiones. Solo mis superiores pueden hacerlo. Yo solo sigo órdenes. No puedo hacer nada por usted."

"Por favor Sr. Katagiri" dijo Rana, elevando un dedo membranoso. "No he venido aquí por tales minucias. Sé muy bien que usted es el asistente en jefe de la división de préstamos en la sucursal de Shinjuku del Banco Security Trust de Tokio. Pero mi visita no tiene nada que ver con el la renovación de préstamos. Yo he venido aquí a salvar a Tokio de la destrucción."

Katagiri dió una mirada a la habitación en busca de alguna cámara de TV oculta, en caso estuviera siendo víctima de alguna gran y terrible broma. Pero no había cámara. Era una apartamento pequeño. No había espacio para que alguien se escondiera.

"No," dijo Rana. "Somos los únicos aquí. Yo sé que está pensando que o yo estoy demente o usted está teniendo algún tipo de sueño, pero ni yo estoy loco ni usted está soñando. Esto es absoluta y positivamente serio."

"Para serle sincero, Sr... Rana--."

"Por favor," dijo Rana, elevando un dedo nuevamente. "llámeme 'Rana'."

"Para serle sincero, Rana,", dijo Katagiri, "no puedo entender absolutamente nada de lo que está pasando aquí. No es que no confié en usted, pero no me creo capaz de comprender la situación exactamente. ¿Le importa si le hago un par de preguntas?"

"Para nada, para nada," dijo Rana. "El entendimiento mutuo es de vital importancia. Hay quienes dicen que el 'entendimiento' no es más que la suma total de nuestros malentendidos, y aunque encuentro este punto de vista interesante a su manera, me temo que no tenemos tiempo que perder en agradables digresiones. Lo mejor que podemos hacer será lograr un entendimiento mutuo por la ruta más corta posible. Así que, por favor, haga todas las preguntas que desee."

"Ahora; usted es una verdadera rana, ¿cierto?"

"Si, claro, como puede ver. Una verdadera rana es exactamente lo que soy. Ni una metáfora ni una alusión o deconstrucción o muestra ni algún otro complejo proceso, soy una auténtica rana. ¿Puedo croar para usted?"

Rana inclinó la cabeza y flexionó los músculos de su enorme garganta Ribit, Ri-i-i-bit, Ribit ribit ribit Ribit Ribit Ri-i-i bit. Sus gigantescos chirridos sacudieron los cuadros colgados en las paredes.

"¡Está bien, le creo, le creo!" dijo Katagiri, preocupado por las delgadas paredes del apartamento en el que vivía. "Eso es grandioso. Usted es, sin duda, una verdadera rana."

"Uno podría decir también que yo soy la suma de todas las ranas. Aún así, eso no cambia el hecho de que soy una verdadera rana. Cualquiera que diga que no soy una rana no sería más que un sucio mentiroso. ¡a esa persona la haría pedazos!"

Katagiri asintió. Esperando calmarse, tomó su vaso y tragó una bocanada de té. "¿Dijo hace un momento que había venido aquí a salvar a Tokio de la destrucción?"

"Eso fué lo que dije."

"¿Qué tipo de destrucción?"

"Terremoto," dijo Rana, con la mayor gravedad.

La boca abierta, Katagiri miró a Rana. Y Rana, sin decir nada, miró a Katagiri.

Se quedaron mirando el uno al otro de esa manera por un rato. Luego fue el turno de Rana para abrir la boca.

"Un terremoto muy, muy grande. Está programado para sacudir Tokio a las 08:30 A.M. del 18 de Febrero. Dentro de 3 días. un terremoto mucho más grande que el que sacudió Kobe el mes pasado. La cantidad de muertes de un terremoto como ese probablemente sobrepasará los ciento cincuenta mil - la mayor parte a causa de fallas en el sistema de transportes: descarrilamientos, caída de vehículos, choques, derrumbe de autopistas y líneas de tren, el aplastamiento de subterráneos, la explosión de camiones cisterna. Los edificios serán reducidos a escombros, sus habitantes morirán aplastados. Incendios por todas partes, el sistema de caminos colapsará, ambulancias y carros de bomberos inutilizables, la gente tirada por ahí, muriendo. ¡Ciento cincuenta mil de ellos! el infierno en la tierra. La gente se dará cuenta de lo frágil que realmente es aquella condición de intensa colectividad llamada 'ciudad'." Rana dijo esto con un apacible movimiento de cabeza. "El epicentro estará cerca a la oficina del barrio de Shinjuku."
"¿Cerca a la oficina del barrio de Shinjuku?"
"Para ser exactos, golpeará directamente debajo de la sucursal de Shinjuku del Banco Security Trust de Tokio."

Siguió un profundo silencio.

"¿Y usted," dijo Katagiri, "está planeando detener ese terremoto?"
"Exactamente" dijo Rana, asintiendo. "Es exactamente lo que me propongo. Usted y yo iremos bajo tierra, debajo de la sucursal de Shinjuku del Banco Security Trust de Tokio para combatir a muerte contra Gusano."


* * * * * *

Como miembro de la división de préstamos del Trust Bank, Katagiri había librado muchas batallas. Había soportado dieciséis años de combate diario desde el día que se graduó de la universidad e ingresó a trabajar al banco. Él era, en una palabra, un cobrador -- un puesto que le había granjeado poca popularidad. Todos en su división preferían otorgar préstamos, especialmente en la época de la burbuja. Ellos tenían tanto dinero en aquellos días que casi cualquier garantía -- sean terrenos o acciones -- eran suficientes para convencer a las oficinas de préstamo a entregar lo que sea que se le pidiera, mientras más grande el préstamo más grande su reputación en la compañía. Algunos préstamos, sin embargo, nunca regresaron al banco: se quedaron "pegados en el fondo de la sartén." Era el trabajo de Katagiri encargarse de esos. Y cuando la burbuja explotó, el trabajo se acumuló. Primero el valor de las acciones cayó. Luego el valor de las tierras, y las garantías dejaron de serlo. "Sal de aquí," le ordenaba su jefe, "y sácales todo lo que puedas."

El barrio de Kabukicho en Shinjuku era un laberinto de violencia: gangsters de la vieja escuela, pandillas coreanas, mafia china, armas y drogas, dinero fluyendo bajo la superficie de una sucia guarida a otra, gente haciéndose humo de vez en cuando. Al internarse en Kabukicho para cobrar una mala deuda, Katagiri se había visto rodeado más de una vez por pandilleros amenazando con matarlo, pero él nunca había estado asustado. ¿Qué beneficio les daría matar al enviado del banco? Podían apuñalarlo si deseaban. Podían darle una paliza. Era perfecto para el trabajo: sin esposa, sin hijos, ambos padres muertos, un hermano y una hermana a los que había enviado a la universidad y había logrado casar. Entonces ¿qué pasaría si lo mataban? No cambiaría nada para nadie - y menos para el mismo Katagiri.

No era Katagiri, si no los maleantes que lo rodeaban, quienes se ponían nerviosos cuando lo veían tan calmado e imperturbable. Pronto se ganó en ese mundo una reputación de tipo duro. Ahora, sin embargo, el duro Katagiri estaba totalmente perdido. ¿De qué demonios estaba hablando esta rana?

"¿Gusano? ¿Quién es Gusano?" preguntó con algo de duda.

"Gusano vive bajo tierra. Es un gusano gigantesco. Cuando se molesta, provoca terremotos," dijo Rana. "Y justo ahora él está muy, muy molesto."

"¿Qué es lo que tanto lo molesta?" preguntó Katagiri.

"No tengo idea," dijo Rana. "Nadie sabe lo que sucede dentro de esa sucia cabeza suya. Pocos lo han visto alguna vez. Usualmente está dormido. Eso es lo que realmente le gusta: tomar largas, largas siestas. Se la pasa durmiendo por años - décadas, al calor y la oscuridad bajo tierra. Sus ojos, como podrá imaginarse, se han atrofiado, su cerebro se ha vuelto gelatina mientras duerme. Si me lo pregunta, yo creo que probablemente ya no esté pensando en nada, solo está tirado ahí, sintiendo cada estruendo y reverberación que se le cruce, absorbiéndola en su cuerpo y almacenándola. Y entonces, mediante algún tipo de proceso químico, convierte casi todo eso en furia. Por qué sucede eso, no tengo ni idea. Nunca podría explicarlo."

Rana quedó en silencio observando a Katagiri y esperando a que asimilara sus palabras. Luego continuó: "Pero por favor, no me malentienda. No tengo nada personal contra Gusano. No lo veo como la encarnación del mal. Tampoco es que quiera trabar amistad con él: solo creo que, en lo que al mundo concierne, en cierto modo está bien que un ser como él exista. El mundo es como un gran abrigo, y este abrigo necesita bolsillos de varias formas y tamaños. Pero en este momento, Gusano ha alcanzado el punto donde es demasiado peligroso como para ignorarlo. Con todos los tipos distintos de odio que ha absorbido y almacenado en sí mismo a través de los años, su corazón y su cuerpo se han hinchado enormemente - ahora es más grande que nunca antes. Y para empeorar las cosas, el terremoto de Kobe del mes pasado lo interrumpió del profundo sueño que estaba disfrutando. Experimentó una revelación inspirada en su profunda furia: Era su turno ahora, para provocar un terremoto masivo, y lo haría aquí, en Tokio. Sé de lo que hablo, Sr Katagiri: he recibido información confiable del tiempo y proporciones del terremoto de parte de algunos de mis mejores amigos insectos."

Rana cerró la boca y los redondos ojos con aparente fatiga.

"Entonces lo que está diciendo es," dijo Katagiri, "que usted y yo tenemos que ir juntos bajo tierra y enfrentar a Gusano para detener el terremoto."

"Exactamente."

Katagiri tomó su taza de té, la levantó y la volvió a bajar. "Sigo sin entenderlo," dijo. "¿Por qué me escogió para ir con usted?"

Rana miró directamente a los ojos de Katagiri y dijo "Siempre he tenido el más profundo respeto por usted, Sr. Katagiri. Por dieciséis largos años, usted ha aceptado silenciosamente los más peligrosos, los menos glamorosos - los trabajos que otros han evitado - y los ha realizado de manera estupenda. Sé muy bien lo difícil que ha sido para usted, y no creo que ni sus superiores o colegas aprecien en lo debido sus logros. Están ciegos, todos ellos. Pero usted, inapreciado y no ascendido, no se ha quejado ni una vez."

"No se trata solamente de su trabajo. Luego de que sus padres murieran usted cuidó de su hermano adolescente y de su hermana sin ayuda, los puso en la universidad y e incluso realizó los arreglos necesarios para sus casamientos, todo eso sacrificando su tiempo e ingresos, y a costa de sus propias esperanzas de matrimonio. A pesar de eso, ni su hermano ni su hermana han expresado alguna vez gratitud alguna por sus esfuerzos para con ellos. Por el contrario, no le han mostrado respeto y han actuado con la más dura indiferencia ante tanta amabilidad. En mi opinión, su comportamiento es injusto. Casi desearía poder darles una paliza de parte suya. Pero usted, mientras tanto, no da muestras de cólera."

"Para serle honesto, Sr Katagiri, no es muy atractivo, y está lejos de ser elocuente, así que tiende a ser despreciado por aquellos que le rodean. Yo, sin embargo, puedo ver al hombre sensible y valiente que usted es. En todo Tokio, con sus millones de habitantes, no hay nadie más en quien pueda confiar tanto como en usted para luchar a mi lado."

"Dígame, Sr. Rana," dijo Katagiri.

"Por favor," dijo Rana, levantando un dedo nuevamente. "llámeme 'Rana'."

"Dígame, Rana," dijo Katagiri, "¿como es que sabe tanto sobre mí?"

"Bien, Sr. Katagiri, no he estado raneando todos estos años para nada. Yo mantengo la vista atenta en las cosas importantes de la vida."

"Pero aún así, Rana," dijo Katagiri. "Yo no soy particularmente fuerte, y no sé nada de los que sucede bajo tierra. No tengo el tipo de fuerza necesaria para darle pelea a Gusano en la oscuridad. Estoy seguro de que usted podrá encontrar a alguien mucho más fuerte que yo - alguien que sepa karate, digamos, o a un comando de las fuerzas de autodefensa."

Rana revoleó sus grandes ojos. "bueno, la verdad, Sr Katagiri," dijo, "Soy yo el único que se encargará de toda la pelea. Pero no puedo hacerlo solo. Esta es la parte clave: lo que yo necesito es su coraje y pasión por la justicia. Necesito que usted esté de mi lado diciendo, '¡Así se hace, Rana! ¡Lo estás haciendo bien! ¡Sé que puedes ganar! ¡Estás dando una buena batalla!'"

Rana extendió completamente sus brazos, luego se dio de palmadas con sus membranosas manos en las rodillas nuevamente.

"Con toda honestidad, Sr. Katagiri, la idea de enfrentarme a Gusano en la obscuridad también me aterra. Durante muchos años he vivido como un pacifista, apreciando el arte, viviendo en sintonía con la naturaleza. Pelear no es algo que me guste. Lo hago porque me veo obligado a ello. Y esta pelea en particular será una muy particularmente feroz, ciertamente. Puede que no regrese vivo. Puede que pierda una o dos extremidades en el proceso. Pero no puedo - y no lo haré - escapar. Como Nietzsche dijo, La suprema sabiduría es la de no temer. Lo que quiero de usted, Sr Katagiri, es que simplemente comparta su coraje conmigo. para apoyarme con todo su corazón, como un verdadero amigo. ¿Comprende usted lo que estoy tratando de decirle?"

Nada de esto tenía sentido para Katagiri, pero él sentía - tan irreal como sonaba - que podía creer lo que sea que le contara Rana. Algo en Rana - La mirada en su rostro, la manera de hablar - denotaba una sencilla sinceridad que llegaba directo al corazón. Después de años de trabajar en la sección más difícil del Security Trust Bank, Katagiri poseía la habilidad de sentir esas cosas. Era como una segunda naturaleza en él.

"Sé que debe ser difícil para usted, Sr Katagiri. Una enorme rana irrumpe en su casa y le pide creer todas estas cosas extrañas. Su reacción es perfectamente natural. Es por eso que tengo la intención de probarle que existo. Dígame, Sr Katagiri: ha estado teniendo grandes problemas cobrando un préstamo que el banco realizó a Big Bear Trading, ¿no es así?"

"Eso es cierto," dijo Katagiri.

"Bien, ellos tienen una cantidad de extorsionistas trabajando tras bambalinas, y esos tipos trabajan con las pandillas. Están planeando hacer quebrar a la compañía y olvidarse de sus deudas. Su ejecutivo de préstamos en la oficina les soltó un montón de dinero sin una garantía decente y, como siempre, al que dejan para limpiar eso es a usted, Sr. Katagiri. Pero está pasando un mal rato clavándoles el diente a esos tipos: no son fáciles, y tal vez tengan a un político poderoso apoyándolos. Tienen una deuda de 700 millones. Es la situación que está enfrentando. ¿Estoy en lo correcto?"

"Ciertamente."

Rana estiró por completo sus brazos, sus grandes membranas verdes abiertas como pálidas alas. "No se preocupe, Sr Katagiri. Déjemelo todo a mí. Para mañana en la mañana, el viejo Rana tendrá sus problemas resueltos. Relájese y duerma bien."

Con una gran sonrisa en el rostro, Rana se levantó. Luego, aplanándose como un calamar seco, se escurrió por la ranura de la puerta cerrada, dejando a Katagiri completamente solo. Las dos tazas de té en la mesa de la cocina eran la única indicación de que Rana hubiera estado alguna vez en el apartamento de Katagiri.


* * * * * *

Al momento que Katagiri llegó al trabajo a la mañana siguiente a las nueve, el teléfono de su escritorio timbró. "Sr Katagiri," decía una voz de hombre. Era fría y en tono de negocios. "Mi nombre es Shiraoka. Soy el abogado del caso Big Bear. Recibí una llamada de mi cliente esta mañana con respecto a un asunto de un cobro pendiente. Él quiere que sepa que tomará toda la responsabilidad del pago de la cantidad prestada, a la fecha pactada. También le dará un memorándum firmado para tal efecto. Lo único que le pide es que no vuelva a enviar a Rana a su casa. Repito: él desea que usted le pida a Rana que jamás vuelva a visitar su casa. No estoy completamente seguro de lo que se supone que eso significa, pero creo que debe estar claro para usted, Sr Katagiri. ¿Estoy en lo correcto?"

"Así es, lo está." dijo Katagiri.

"Confío en que sea tan amable de darle mi mensaje a Rana."

"Así lo haré. Su cliente no volverá a ver a Rana de nuevo."

"Muchas gracias. Prepararé su memorándum para mañana."

"Se lo agradecería," dijo Katagiri.

La conexión se cortó.

Rana visitó a Katagiri en su oficina del Trust Bank a la hora del almuerzo. "¿Supongo que el caso Big Bear está avanzando bien para usted?"

Katagiri observó intranquilo los alrededores.

"No se preocupe," dijo Rana. "Usted es el único que puede verme. Pero ahora estoy seguro que se da cuenta de que realmente existo. No soy un producto de su imaginación. Yo puedo tomar acciones y producir resultados. Soy un ser vivo."

"Dígame, Sr Rana," dijo Katagiri.

"Por favor," dijo Rana, levantando un dedo, "llámeme 'Rana'"

"Dígame, Rana," dijo Katagiri. "¿Qué les hizo?"

"Oh, no mucho," dijo Rana. "Nada más complicado que hervir coles de Bruselas. Solo les día un pequeño susto. Un toque de terror psicológico. Como Joseph Conrad alguna vez escribió, el verdadero terror es el que los hombres sienten por lo que imaginan. Pero no se preocupe por eso, Sr... Katagiri. Cuénteme sobre el caso Big Bear. ¿Está saliendo todo bien, supongo?

Katagiri asintió y encendió un cigarrillo. "Así parece."

"entonces, ¿he logrado ganar su confianza en lo que respecta al asunto que le comenté la noche anterior? ¿Vendrá conmigo a pelear contra Gusano?"

Suspirando, Katagiri se sacó los lentes y empezó a limpiarlos. "Bueno, la verdad, no me emociona la idea, pero no creo que eso sea razón suficiente para negarme."

"No," dijo Rana. "es un asunto de responsabilidad y honor. Puede que no le 'emocione' la idea, pero no tenemos opción: usted y yo debemos bajar y enfrentar a Gusano. Si en ello se nos va la vida, no nos ganaremos la simpatía de nadie. Y aunque logremos derrotar a Gusano, nadie nos alabará. Nadie nunca sabrá que una batalla tal estalló bajo sus pies. Solo usted y yo lo sabremos, Sr Katagiri. Pero aún así, la nuestra será una batalla solitaria."

Katagiri miró su propia mano por un rato, luego observó el humo elevándose desde su cigarrillo.

Finalmente, habló. "Usted sabe, Sr Rana, yo soy solo una persona ordinaria."

"Solo diga 'Rana'," dijo Rana, pero Katagiri lo dejó así.

"Soy absolutamente ordinario. Menos que ordinario. Estoy volviéndome calvo, estoy engordando, cumplí 40 el mes pasado. Tengo pies planos. Hace poco el doctor me dijo que tengo tendencia a la diabetes. Han pasado tres meses desde que me acosté con una mujer - y tuve que pagar para ello. Tengo algo de reconocimiento en mi división por mi habilidad para cobrar los préstamos, pero no verdadero respeto. No tengo una sola persona a la que yo le guste, ya sea en mi trabajo o en mi vida privada. No sé como hablar con la gente, y soy pésimo con los extraños, así que nunca hago amigos. No tengo habilidades atléticas, no oigo bien, soy bajo, fimótico, corto de vista y astigmático. Mi vida es horrible. Todo lo que hago es comer, dormir e ir al baño. Ni siquiera sé porqué estoy vivo. ¿Por qué una persona como yo tiene que ser la que salve Tokio?"

"Porque, Sr Katagiri, Tokio solo puede ser salvado por una persona como usted. Y es por gente como usted que yo estoy tratando de salvar Tokio."

Katagiri suspiró nuevamente, más profundamente esta vez. "De acuerdo, entonces, ¿que desea que haga?"




* * * * * *


Rana le contó a Katagiri su plan. Ellos irían bajo tierra la noche del 17 de febrero (un día antes del programado para el terremoto). Su punto de entrada sería el cuarto de calefacción en el sótano de la sucursal de Shinjuku del Security Trust Bank de Tokio. Se encontrarían ahí al anochecer (Katagiri se quedaría en el edificio, con el pretexto de trabajar sobre tiempo). Detrás de una sección de pared había un conducto vertical, y encontrarían a Gusano en el fondo luego de bajar unos 45 metros por una escalera de cuerda.

"¿Tiene un plan de batalla en mente?" preguntó Katagiri.

"Claro que lo tengo. No tendríamos esperanza de derrotar a un enemigo como Gusano sin un plan de batalla. Es una criatura escurridiza: No podría distinguir su boca de su ano. Y es tan grande como un tren de pasajeros."

"¿Cual es su plan de batalla?"

Luego de una pausa pensativa, Rana respondió, "Hmm, como dicen-'El silencio es de oro'?"

"¿Quiere decir que no debo preguntar?"

"Es una manera de decirlo."

"y si me arrepiento a último momento y escapo? que haría entonces, Sr Rana?"

"'Rana."

"Rana. ¿Qué haría entonces?"

Rana lo pensó un momento y respondió "Entonces pelearía solo. La oportunidad de derrotarlo por mí mismo es tal vez un poco más alta que la oportunidad de Anna Karenina de detener a la locomotora acelerando. Ha leído Anna karenina, Sr Katagiri?"

Cuando escuchó que no había leído la novela, Rana lo miró con una expresión de "Es una pena." Aparentemente, Rana era fan de Anna Karenina.

"Aún así, Sr Katagiri, no creo que usted me deje peleando solo. Eso lo puedo asegurar. Es una cuestión de huevos - de los cuales, desafortunadamente, parece que carezco. Jajajaja." Rana rió con la boca completamente abierta. Huevos no era todo de lo que carecía. Tampoco tenía dentadura.




******





Sin embargo, sucedieron cosas inesperadas.


Le dispararon a Katagiri, al final de la tarde del 17 de febrero. Había terminado su ronda del día e iba por Shinjuku camino al Trust Bank cuando un joven con chaqueta de cuero le salió al frente. El rostro del sujeto estaba en blanco y apretaba una pequeña pistola negra en una mano. El arma era tan pequeña y tan negra que difícilmente se veía real. Katagiri se quedó mirando el objeto en la mano del tipo, sin parecer comprender el hecho de que estaba apuntando hacia él y que el hombre estaba jalando del gatillo. Todo sucedió demasiado rápido: No tenía sentido. Pero de hecho, el arma se disparó.


Katagiri vio el cañón batir el aire y, al mismo tiempo, sintió un impacto que le hizo pensar que alguien le hubiera golpeado el hombro con un mazo. No sintió dolor, pero el golpe lo arrojó a la vereda. El maletín de cuero salió volando en dirección contraria. El sujeto le apuntó nuevamente. Se escuchó un segundo disparo. El letrero de un pequeño puesto de comidas junto a la vereda explotó ante sus ojos. Escuchó gente gritando. Sus anteojos habían volado, y todo estaba borroso. Era vagamente consciente de que el hombre se le acercaba apuntándole con la pistola. Voy a morir, pensó. Rana había mencionado que el verdadero terror era aquello que los hombres sienten por lo que imaginan.
Katagiri apagó el interruptor de su imaginación y se hundió en un silencio sin medida.

* * * * * *

Cuando despertó, estaba en una cama. Abrió un ojo, se tomó un momento para inspeccionar los alrededores y luego abrió el otro ojo. Lo primero que entró en su campo de visión fue un soporte metálico en la cabecera de la cama y un tubo de alimentación intravenosa que venía desde el soporte hacia donde él estaba. Luego vio a una enfermera vestida de blanco. Se dio cuenta que yacía de espaldas sobre una cama dura e iba vestido solamente con una extraña pieza de ropa, bajo la cual al parecer estaba desnudo.

Oh claro, pensó, iba caminando por la vereda cuando un tipo me disparó. Probablemente en el hombro. El derecho. Trajo la escena a su mente. Cuando recordó la pequeña pistola negra en la mano del joven, su corazón latió fuertemente... esos hijos de perra trataban de matarme! pensó. pero tal parece que salí bien librado. Mi memoria está bien. No tengo ningún dolor. Y no solo dolor: no siento nada de nada. No puedo levantar mi brazo...

La habitación del hospital no tenia ventanas. No sabría decir si era de día o de noche. Le habían disparado poco antes de las cinco de la tarde. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? ¿La hora de su encuentro de medianoche con Rana había pasado ya? Katagiri buscó en la habitación algún reloj, pero sin lentes no podía ver nada a la distancia.

“Discúlpeme,” llamó a la enfermera.
“Oh, bien. Finalmente despertó,” dijo la enfermera.
“¿Qué hora es?”
Ella dio un vistazo a su reloj.
“Nueve quince”
“¿p.m.?”
“No sea tonto, de la mañana!”
“¿Nueve y quince a.m.?” Katagiri gruñó, logrando apenas elevar su cabeza de la almohada. El ruido desigual que salía de su garganta sonaba como la voz de otro. “¿Nueve quince a.m. del 18 de febrero?”
“Correcto” dijo la enfermera, levantando nuevamente su brazo para verificar la fecha en su reloj digital. “Hoy es el 18 de febrero de 1995.”
“¿No hubo un gran terremoto en Tokio esta mañana?”
“¿En Tokio?”
“En Tokio”
La enfermera meneó la cabeza. “No que yo sepa.”

Suspiró aliviado. Lo que sea que haya pasado, el terremoto finalmente fue evitado.
“¿Como está mi herida?”
“¿Su herida?” ella preguntó “¿qué herida?”
“Donde me dispararon”
“¿Disparado?”
“Si, cerca a la entrada del Trust Bank. Un joven me disparó. En el hombro derecho, creo.”
La enfermera mostró una sonrisa nerviosa hacia él. “Lo lamento, Sr Katagiri, pero no le han disparado.”
“¿No? ¿Está segura?”
“Tan segura como de que no hubo terremoto esta mañana.”
Katagiri estaba atónito. “¿Entonces qué diablos hago en un hospital?”

“Alguien lo encontró tirado en la calle, inconsciente. En el barrio Kabukicho de Shinjuku. No tiene ninguna herida externa. Sencillamente se desmayó. Y seguimos sin saber porqué. El doctor va a estar aquí pronto. Será mejor que hable con él.”

¿Tirado en la calle inconsciente? Katagiri estaba seguro de haber visto la pistola dispararse, apuntándole.

Aspiró profundamente y trató de ordenar sus ideas. Empezaría por poner todos los hechos en orden.

“Lo que me está diciendo es que, he estado durmiendo en esta cama de hospital, inconsciente, desde el inicio de la tarde de ayer, ¿es cierto?”


“Cierto” dijo la enfermera. “Y tuvo realmente una mala noche, Sr Katagiri. Usted debe tener pesadillas muy feas. Yo lo escuchaba gritando ‘Rana! Hey, Rana!’, lo hizo muchas veces. ¿Tiene usted un amigo apodado Rana?”

Katagiri cerró los ojos y oyó el lento, rítmico latir de su corazón como si marcara los minutos de su vida. ¿Cuánto de lo que recordaba había sucedido realmente y cuanto había sido una alucinación? ¿Realmente existió Rana, y había Rana peleado realmente con Gusano para detener el terremoto? ¿o había sido parte de un largo sueño? Katagiri ya no sabía qué era verdad.


* * * * * *
Rana llegó a su habitación en el hospital aquella noche. Katagiri se despertó para encontrarlo en la penumbra, sentado en una silla de acero, su lomo contra la pared. Los abultados párpados cerrados en delgadas líneas.

“Rana,” llamó Katagiri.

Rana abrió lentamente los ojos. Su enorme y blanco estómago se inflaba y desinflaba con su respiración. “Yo iba a encontrarme contigo en el cuarto de calefacción en la noche tal y como lo prometí,” dijo Katagiri, “pero tuve un accidente en la tarde --algo completamente inesperado-- y me trajeron aquí.”


Rana dio a su cabeza un ligero movimiento. “Lo sé. Está bien. No se preocupe. Me fue de gran ayuda en la pelea, Sr Katagiri.”

“¿Lo fui?”

“Si, lo fue. Hizo un gran trabajo en sus sueños. Eso fue lo que logró que yo luchara contra Gusano hasta el final. Debo agradecerle mi victoria.”

“No lo entiendo” dijo Katagiri. “Yo estuve inconsciente todo el tiempo. Estuvieron alimentándome por vía intravenosa. Yo no recuerdo haber estado haciendo nada en mi sueño.”

“Está bien, Sr Katagiri. Es mejor que no recuerde. Toda la terrible pelea ocurrió en el área de la imaginación. Esa es la ubicación precisa de nuestro campo de batalla. Es ahí donde experimentamos nuestras victorias y derrotas. Todos y cada uno de nosotros somos seres de duración limitada. Todos nosotros seremos eventualmente derrotados. Pero cono Ernest Hemingway dijo tan claramente, el verdadero valor de nuestras vidas se decide no por como ganamos sino por como perdemos. Usted y yo juntos, Sr Katagiri, fuimos capaces de evitar la aniquilación de Tokio. Salvamos a ciento cincuenta mil personas de las garras de la muerte. Nadie lo sabe, pero es lo que logramos.”

“¿Como logramos derrotar a Gusano? ¿Y qué hice yo?”

“Dimos todo lo que teníamos en batalla hasta el amargo final. Nosotros--” Rana cerró la boca y tomó un gran respiro. “utilizamos cada arma que tuvimos a la mano, Sr Katagiri. Usamos todo el coraje que pudimos reunir. La obscuridad es el aliado de nuestro enemigo. Usted llevó un generador a pedal y dedicó cada onza de su fuerza para iluminar el lugar. Gusano trató de asustarlo con fantasmas de la oscuridad, pero usted se mantuvo firme. Luz y oscuridad se enfrascaron en terrible batalla y en la luz ataqué al monstruoso Gusano. Él se enrolló a mí alrededor y me empapó de su horrible baba. Lo reduje a pedazos pero aún se resistía a morir. Todo lo que hizo fue dividirse en partes pequeñas. Y entonces...”

Rana quedó en silencio, pero de pronto, como haciendo uso de sus últimas fuerzas, comienza a hablar nuevamente. “Fyodor Dostoevsky, con incomparable ternura, describió a aquellos olvidados de dios. Él descubrió la preciosa cualidad de la existencia humana en la horrorosa paradoja en la que los hombres que inventaron a dios fueron olvidados por ese mismo dios. Luchando con Gusano en la oscuridad, me hallé a mi mismo pensando en ‘White nights’ de Dostoievski. Yo...” las palabras de Rana parecieron hundirse.

“Sr. Katagiri, ¿le importa si tomo una pequeña siesta? estoy completamente exhausto.”

“Por favor,” dijo Katagiri. “Tómese una buena siesta.”
“Pude finalmente derrotar a Gusano,” dijo Rana, cerrando los ojos. “Logré detener el terremoto, pero solo pude llevar nuestra batalla a un empate. Yo le hice daño a él, y él a mí. Pero para serle sincero, Sr Katagiri...”
“¿Qué sucede, Rana?”
“Yo soy, de hecho, completamente Rana, pero a la vez soy algo que espera por un mundo sin Rana”
“Hmm, no comprendo eso”.

“Tampoco yo,” dijo rana, con los ojos aún cerrados. “Es solo que tengo esa sensación. Que lo que se ve con los ojos no es necesariamente lo real. Mi enemigo es, entre otras cosas, el yo dentro de mí. Dentro de mí está el no-yo. Mis ideas no están claras. Ya viene el tren. Pero realmente quiero que entienda lo que digo, Sr Katagiri.”

“Está cansado, Rana. Duérmase. Se sentirá mejor.”
“Estoy volviendo lentamente a la niebla, Sr Katagiri y aún... yo...”

Rana perdió el aliento y entró en coma. Sus brazos colgaban caídos casi hasta el piso, y su enorme boca abierta. Esforzándose para enfocar la mirada, Katagiri pudo distinguir profundos cortes por todo el cuerpo de Rana. Rayas decoloradas corrían por su piel, y había un punto hundido sobre su cabeza, donde la carne había sido arrancada.

Katagiri miró fijamente a Rana largo rato, donde permanecía sentada, ahora envuelta en el espeso manto del sueño. Tan pronto como salga de este hospital, pensó, voy a comprar Ana Karenina y White nights y leer ambos. Entonces voy a tener una bonita y larga discusión literaria acerca de ellos con Rana.

En poco tiempo, todo el cuerpo de Rana empezó a temblar. Katagiri creyó al principio que no eran más que movimientos involuntarios normales durante el sueño, pero pronto se dio cuenta de su error. Había algo antinatural en la forma que el cuerpo de rana se sacudía, como una enorme muñeca siendo sacudida por alguien desde atrás. Katagiri contuvo la respiración y observó. Quería correr hacia rana, pero su cuerpo estaba paralizado.

Después de un rato, un gran bulto se había formado sobre el ojo derecho de Rana. El mismo tipo de enorme y feo moretón apareció justo en el hombro de Rana y luego por todo su cuerpo. Katagiri no podía imaginar lo que le estaba pasando a Rana. Se quedó mirando el espectáculo, respirando apenas.
Entonces, de repente, uno de los moretones estalló con un sonoro pop. La piel voló, y un líquido pegajoso brotó, esparciendo un horrible olor en la habitación. El resto de moretones empezó a reventar, uno tras otro, veinte o treinta en total, lanzando piel y líquido a las paredes.

El insoportable y nauseabundo olor llenó la habitación del hospital. Grandes agujeros negros quedaron en el cuerpo de Rana donde habían estallado los moretones y serpenteando, salieron arrastrándose gusanos como larvas de todas las formas y tamaños. Regordetas larvas blancas. Después de ellos salieron una especie de pequeñas criaturas parecidas a ciempiés, cuyos cientos de patas producían un escalofriante susurro. Un interminable torrente de estas cosas se arrastraban fuera de los agujeros.

El cuerpo de Rana - o la cosa que había sido alguna vez el cuerpo de Rana - estaba totalmente cubierto por estas criaturas de la noche. Sus dos grandes ojos cayeron de sus órbitas al suelo, donde fueron devorados por negros insectos con fuertes mandíbulas. Una multitud de gusanos viscosos correteaban de las paredes al techo, donde cubrieron las luces fluorescentes y se metieron en el detector de humo.

El piso también estaba cubierto de gusanos y bichos. Se subieron a la lámpara y taparon la luz, y por supuesto, se arrastraron a la cama de Katagiri. Cientos de ellos llegaron arrastrándose bajo las sábanas. Se le subieron a las piernas, debajo de la bata, entre los muslos. Los gusanos más pequeños y larvas se le metieron por el ano y los oídos y la nariz. Los ciempiés exploraban su boca abierta y se arrastraban dentro, uno tras otro. Lleno de una intensa desesperación, Katagiri gritó.

Alguien golpeó un interruptor y la luz llenó la habitación.

"Sr. Katagiri!" llamó la enfermera. Katagiri abrió los ojos a la luz. Su cuerpo estaba empapado de sudor. Los insectos se habían ido. Todo lo que habían dejado en él era una horrible y pegajosa sensación.

"Otro mal sueño, ¿eh? Pobrecito." Con movimientos rápidos y eficientes, la enfermera preparó una inyección y apuñaló su brazo con la aguja.

Tomó una larga y profunda aspiración y luego suspiró. Su corazón se dilataba y contraía violentamente.

"¿Qué estaba usted soñando?"

Katagiri estaba teniendo problemas distinguiendo el sueño de la realidad. "Lo que se ve con los ojos no es necesariamente real," se dijo a sí mismo en voz alta.

"Eso es muy cierto", dijo la enfermera con una sonrisa. "Sobre todo cuando de esos sueños se trata."
"Rana", murmuró.
"¿Le ocurrió algo a Rana?" preguntó ella.
"Salvó a Tokio de ser destruido por un terremoto. Todo él solo."

"Eso está bien", dijo la enfermera, reemplazando la botella casi vacía de alimentación intravenosa por una nueva. "No necesitamos más cosas desagradables sucediendo en Tokio. Ya tenemos demasiado."

"Pero le costó la vida. Se ha ido. Creo que volvió a la obscuridad. Nunca volverá aquí de nuevo".

Sonriendo, la enfermera secó con una toalla el sudor de su frente. "Usted era muy amigo de Rana, ¿no es cierto, Katagiri?"

"Ya viene el tren", murmuró Katagiri. "Más que nadie." Luego cerró los ojos y se hundió en un reparador descanso carente de sueños.

FIN


Comentarios

  1. Tengo la dicha de haber leído a Murakami anteriormente pero esta es la primera vez que leo un cuento de él y lo único que me deja pensando es: ¿por qué ese final?… Me a gustado mucho la lectura, me intrigó, me hizo reír y me terminó sacando de onda, así que no será una lectura fácil de olvidar; especialmente por el personaje de la Rana y su afición por Anna Karenina. Muy buena elección de lectura para empezar el taller:)

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